Fernando García

“La música es parte de la necesidad de desarrollo de la sociedad”

Fernando García

Fernando García, Premio Nacional de Música 2002, al ser homenajeado por el IMUS durante el reciente Festival Internacional Darwin Vargas.

Una extensa carrera de 60 años y más de 200 obras compuestas y publicadas, parecieran ser antecedentes más que suficientes para presentar al Maestro Fernando García Arancibia, Premio Nacional de Música 2002 y reciente homenajeado en el Festival Internacional de Música Contemporánea Darwin Vargas realizado en Valparaíso.

Bajo el alero de la Universidad de Chile, Fernando García ha sido un universitario de cepa que ha cultivado con excelencia las funciones académicas de la docencia en el análisis, la teoría, la historia de la música y la musicología junto a la investigación y la creación artística. Así lo definieron con certeza en el número 200 de la Revista Musical Chilena (RMCh), publicación dedicada a su obra durante el segundo semestre del año 2003.

Sentado en el hall del Centro Cultural del Edificio Cousiño de Valparaíso, previo al último concierto del certamen y a recibir un merecido homenaje por parte de sus discípulos del Instituto de Música (IMUS) de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, este prolífico creador y erudito musical se confiesa emocionado por este nuevo reconocimiento, aunque asegura que no lo esperaba.

A mí no me gustan mucho estos homenajes, le confieso, pero hay que aceptarlos, dice con modestia esta artista que en 1950 inicio una carrera marcada por su compromiso político –es militante del Partido Comunista- y que aún está vigente pese a sus 82 años y a los vaivenes políticos, que tras el Golpe de Estado de 1973 culminaron con la destrucción de las obras que había grabado en la radio de la Universidad de Chile y un largo exilio en Cuba y Perú que duró hasta 1989.

Pero más allá de esta gran muestra de respeto a su trayectoria y a la influencia que ha tenido en la música chilena y Latinoamericana, algo que lo tocó especialmente en este homenaje que le brindó el IMUS en Valparaíso fue su cercanía con Darwin Vargas. “Fui muy amigo de Darwin, compañero de aventuras y juventud, por eso es bien emocionante estar en este festival. Esto me obliga a recordar tiempos muy pasados”, dice de una amistad que iba más allá de la música y a través de la cual solían celebrarse mutuamente sus creaciones.

¿Qué le diría a la comunidad del IMUS que decidió que este festival fuera en su honor?
Les he agradecido a ellos personalmente, a mi me sorprendieron, particularmente por el hecho de llamarse Darwin Vargas este festival. Él era un estudiante de composición en el Conservatorio a comienzos de los 50. Nos conocimos en las clases de historia de la música y de ahí en adelante nos hicimos tremendos amigos. Yo lo pasaba a buscar en la tarde y nos íbamos a tomar algunas cervecitas.

Su trabajo es definido como político, con bastante compromiso, ¿cómo ha sido su evolución artística?
La verdad de las cosas es que no he cambiado mucho, porque creo realmente que la sociedad se tiene que modificar, por algo mejor naturalmente. Y todo lo que he hecho ha sido en función de tratar, justamente, que las cosas cambien, en consecuencia de lo cual me botaron del país. Ahí me tocó vivir y conocer Perú primero (1973-1979) y Cuba (1979-1989) después, con gente maravillosa y donde pude vivir de la música.

¿Cómo cambió el período de exilio su música?
Debe haber cambiado, pero yo no me di cuenta, aunque pasan los años y uno conoce más cosas, tiene más experiencia, por lo tanto eso se debe traslucir en la creación. Además, los tres países son muy distintos, por lo tanto tengo la posibilidad de decir que conocí América más de lo que lo conocía anteriormente. A mi lo que me interesa es que logré aportar, aunque no creo mucho en lo que hago. Sí lo disfruto porque me gusta escribir, pero no tengo especial interés en que las cosas se toquen para ser famoso.

Para que le pregunto entonces si tiene algún mensaje para los músicos nuevos…
Tengo un mensaje. Los músicos tienen que reunirse y discutir el pasado, presente y futuro de la música, para elaborar un nuevo proyecto de desarrollo de este arte para el Siglo XXI, porque el que existía en el Siglo XX fue destruido a partir de 1973. Este proyecto en algún momento fue muy celebrado no sólo por los chilenos, sino que también en el extranjero y ahora tenemos que partir un nuevo proyecto, para realmente hacer de la música lo que debe ser y que alcance a tener la importancia que tenía.

¿Con su mirada política, esto quiere decir que efectivamente esta música tenga una connotación social?
No, yo sólo estoy hablando de música. Lo que ocurre es que la posibilidad de que este proyecto de música llegue a todas partes, es parte de la necesidad de desarrollo de la sociedad. Por consiguiente, este no es un problema político, sino que lo que yo planteo concretamente es que logremos que la música sea parte de la actividad social nacional en forma sistemática y con el mejor nivel posible.

Desde esta perspectiva, ¿cómo ve la academia hoy en día, con los distintos institutos de música que existen?
Felizmente existen todas estas escuelas, que son más de las que habían antiguamente. Son lugares de calidad donde se están formando músicos, pero el problema está en que son una especie de archipiélagos, donde cada cual anda por su lado y hace lo que puede. Entonces hay cosas que son importantes que no se hacen, porque simplemente nosotros mismos hemos sido incapaces de hacerlo. Por ejemplo, que los compositores chilenos escriban música para orquesta es muy difícil porque casi no tocan obras chilenas. Resulta que esto ocurre, entre otras cuestiones, porque hay que financiar las orquestas, entonces se considera que tocar música de autores chilenos no es buen negocio, porque no atrae al público que no está formado. Y el público se forma sólo escuchando música, pero mientras la música sea tratada como mercancía no vamos a avanzar.

Ver edición N°200 de la Revista Musical Chilena
http://www.revistamusicalchilena.uchile.cl/index.php/RMCH/issue/view/38