Marcela Salas y Natalia Aravena: apasionadas por el arte coral
Ambas son exalumnas del IMUS, la primera optó crear un método y la segunda se convirtió en directora.
El desarrollo de una carrera profesional en la música tiene múltiples vertientes que trascienden las áreas más tradicionales, y hay muchos que optan por seguir estos caminos «diferentes». Este es el caso de Marcela Salas, que estudió Pedagogía en Educación Musical y Licenciatura en Ciencias y Artes Musicales, y Natalia Aravena Pizarro, Profesora de Música del Liceo Juana de Ross de Edwards de Valparaíso, ambas exalumnas del Instituto de Música (IMUS) de la PUCV.
No sólo las une el haber estudiado en el IMUS, sino que también que las dos eligieron el arte coral para darle forma a su carrera profesional. Marcela participó durante más de 20 años en diversos coros universitarios y comenzó a especializarse en lo que la apasionaba: el 2008 hizo una pasantía con la maestra María Teresa Uribe, en Budapest, Hungría; tuvo cursos con la maestra Alhke Schaeffel, Luther Riobó y Paula Elgueta; y tomó cursos de dirección coral en la Pontificia Universidad Católica de Santiago y del programa Crecer Cantando.
Madre de Simón y Amparo, explica que «me considero una pedagoga del canto aplicado a la práctica coral, es mi proyecto de vida en este momento. Me dedico a enseñar a enseñar a cantar a profesores que trabajan con coros escolares a lo largo de Chile (pedagogía vocal aplicada al canto coral escolar)».
Pero su pasión la llevó más allá: «he diseñado una didáctica del canto a través de un método que he denominado ‘El árbol’, que sería como un modelo de aprendizaje holístico. Este modelo abarca elementos musicales y de neurociencia. Lo he desarrollado durante 4 años en base a la experiencia de trabajar con coros en el programa Crecer Cantando del Teatro Municipal de Santiago».
Marcela Salas recuerda que se acercó a la asesoría técnica a coros escolares el 2012, cuando ejecutó una en plena Carretera Austral, en escuelas de la Junta, Puerto Cisnes, Chile Chico y Coyhaique, y «a finales de ese año entré a trabajar al Crecer Cantando del Teatro Municipal de Santiago, sabiendo que había encontrado mi motor de vida».
Bajo su responsabilidad tuvo la creación, gestión y dirección del coro infantil de la Escuela Reyes Católicos de Santiago y actualmente está formando el área coral en el colegio Nuestra Esperanza, de San Francisco de Mostazal. Indica como desafíos «involucrar a la mayor cantidad de agentes en el proyecto coral de una escuela. Detrás de un niño cantor hay una familia que debe apoyar y comprender; una institución que debe respaldar al coro; un profesor director que debe capacitarse y aprender constantemente; y una comunidad que debe recibir y acoger un proyecto artístico».
«Me he dado cuenta cómo el canto coral escolar puede transformar una comunidad educativa, al darle un sello que los enorgullece. Hay una energía de amor por la música, que cuando se despierta y hace entrar en sintonía a sus protagonistas supera lo imaginado. Somos llamados a ser luz y creo que el canto coral es una hermosa forma de encender lámparas en un camino de desarrollo humano. Crear y creer con absoluta belleza. Ese es el camino», concluye Marcela Salas.
Por su parte, tras sus estudios entre el 2007 y 2011 en el IMUS, Natalia Aravena cursó distintos diplomados impartidos por el instituto, entre ellos el de la Metodología Kodály y Dirección Coral, hasta convertirse en Directora de Coro.
Recuerda que «participar del coro del colegio fue sin duda una experiencia que marcó positivamente mi etapa escolar, es por eso que, una vez que ejerciera mi profesión, decidí continuar ligada al mundo coral y transmitirles a mis estudiantes el amor por la música y también la disciplina y rigor que implica participar de esta actividad».
Ella ha dirigido el coro de niños de la sede de Valparaíso del Seminario San Rafael, el coro de adultos del Liceo Juana Ross de Edwards y, actualmente, el coro de enseñanza media del Liceo Juana Ross de Edwards,
¿Cuáles son los desafíos y mayores satisfacciones que se presentan en proyectos de este tipo?
«El mayor desafío creo que ha sido posicionar al coro como una actividad de alta exigencia dentro del colegio, por la cantidad de ensayos y el tiempo personal de estudio que cada corista invierte. También abrir espacios para la actividad coral y musical dentro del colegio. El coro, durante estos últimos dos años, ha crecido musicalmente, pudiendo abarcar repertorios cada vez de mayor complejidad, lo que ha significado que también podamos enfrentar nuevos desafíos».
«Durante el año 2016 por primera vez nos presentamos al concurso coral ‘Crecer Cantando’ y obtuvimos el segundo lugar en la categoría B, también participamos durante enero de este año en el festival de coros ‘Calbuco Mil voces’, donde compartimos escenario con distintas agrupaciones corales de gran importancia a nivel nacional», destaca con orgullo.